Transcribo aquí un fragmento de “El discurso en la vida y el discurso en el arte (Contribución a una poética sociológica)”, maravilloso texto que V. N. Voloshinov publicara en 1926, y que yo había olvidado bajo el polvo de los años transcurridos desde mis épocas de estudiante.
El oyente es “un participante inmanente en el hecho artístico, un participante que tiene un efecto determinante sobre la forma de la obra desde el interior de la obra misma. Este oyente, en pie de igualdad con el autor y el héroe, es un factor esencial, intrínseco de la obra, y no coincide en absoluto con el denominado público lector, que está fuera de la obra y cuyos gustos y demandas artísticos pueden ser tomados en cuenta conscientemente. Esta conciencia de tales gustos y demandas no tiene ningún efecto directo y profundo sobre la forma artística en el proceso vivo de su creación. Lo que es más, si dicha conciencia de los gustos y demandas del público lector llega a ocupar una posición importante en la creatividad del poeta, esta pierde inevitablemente su pureza artística y se degrada a un nivel social más bajo”.
“Esta conciencia del público externo indica que el poeta ha perdido a su oyente inmanente, se ha divorciado del todo social que intrínsecamente, al margen de cualquier consideración abstracta, tiene la capacidad de determinar sus juicios de valor y la forma artística de sus enunciados poéticos, la forma en que expresa esos cruciales juicios sociales de valor. Cuanto más segregado está un poeta de la unidad social de su grupo, más probable es que tome en cuenta las demandas externas de un particular público lector. Sólo un grupo social ajeno al poeta determina su obra creativa desde afuera.”
(…)
“El poeta adquiere sus palabras y aprende a entonarlas en el curso de toda su vida, en el proceso del contacto multilateral con su ambiente. Comienza a utilizar esas palabras y entonaciones en el habla interior, con cuya ayuda piensa y adquiere conciencia de sí, aun cuando no produzca enunciados. Es ingenuo suponer que alguien puede asimilar como propia un habla externa que va en sentido contrario a su propia habla interior, es decir, en sentido contrario a todo su modo verbal interno de estar consciente de sí mismo y del mundo. (…) El estilo del poeta surge del estilo de su habla interior, que no se deja controlar, y su habla interior es a su vez producto de toda la vida social del creador.”
(…)
“No hay nada más peligroso que concebir esta sutil estructura social de la creatividad verbal como análoga a las especulaciones conscientes y cínicas del editor burgués que calcula las perspectivas del mercado del libro, y aplicar a la caracterización de la estructura inmanente de una obra categorías del tipo de la oferta y la demanda. Pero es muy probable que demasiados sociólogos identifiquen el servicio del escritor creativo a la sociedad con la vocación del editor empresario.”
“Por supuesto, en las condiciones de la economía burguesa, el mercado del libro regula a los escritores, pero esto no debe identificarse de ningún modo con el papel regulador del oyente como elemento estructural constante de la creatividad artística. Para un historiador de la literatura de la era capitalista, el mercado es un factor muy importante, pero para la poética teórica, que estudia la estructura ideológica básica del arte, ese factor externo carece de relevancia. Pero tampoco en el estudio histórico se debe confundir la historia del mercado del libro con la historia de la literatura.”
De “El discurso en la vida y el discurso en el arte”, de V. N. Voloshinov
(en: Freudismo, un bosquejo crítico, Buenos Aires, Paidós, 1999)
1 comentario:
Publicar un comentario