jueves, 22 de octubre de 2009

Sobre Érase una vez Adán, micronovela electrónica de Sergio Mendoza Mendoza


Con un lenguaje cuidado y una delicada dosis de recursos líricos puestos al servicio de la narración, en Érase una vez Adán Sergio Mendoza Mendoza nos ofrece una novedosa versión de la historia que precede a la presencia del hombre sobre la tierra. En ella aparecen un Adán y una Eva entrañables, dignos representantes de la condición humana. El relato destaca especialmente por el punto de vista que le otorga la voz de Eva, quien es al mismo tiempo protagonista, narradora principal y musa que –como se desprende del prólogo y del epílogo– inspira al poeta para que cuente su historia. En ese sentido, el autor ha logrado crear un clima único en el que todo aparece ante el lector como si fuese visto por primera vez, y ha logrado asimismo recrear no solo la fábula sobre el origen del género humano sino también la temática del género femenino y hasta el propio género de la micronovela.


Para descargar la novela, dirigirse a: http://eraseunavez-adan.blogspot.com/.
Imagen: Expulsión de Adán y Eva del Paraíso, de Masaccio (Capilla Brancacci, Florencia, Italia).

lunes, 13 de julio de 2009

Voz interior


Transcribo aquí un fragmento de “El discurso en la vida y el discurso en el arte (Contribución a una poética sociológica)”, maravilloso texto que V. N. Voloshinov publicara en 1926, y que yo había olvidado bajo el polvo de los años transcurridos desde mis épocas de estudiante.

El oyente es “un participante inmanente en el hecho artístico, un participante que tiene un efecto determinante sobre la forma de la obra desde el interior de la obra misma. Este oyente, en pie de igualdad con el autor y el héroe, es un factor esencial, intrínseco de la obra, y no coincide en absoluto con el denominado público lector, que está fuera de la obra y cuyos gustos y demandas artísticos pueden ser tomados en cuenta conscientemente. Esta conciencia de tales gustos y demandas no tiene ningún efecto directo y profundo sobre la forma artística en el proceso vivo de su creación. Lo que es más, si dicha conciencia de los gustos y demandas del público lector llega a ocupar una posición importante en la creatividad del poeta, esta pierde inevitablemente su pureza artística y se degrada a un nivel social más bajo”.

“Esta conciencia del público externo indica que el poeta ha perdido a su oyente inmanente, se ha divorciado del todo social que intrínsecamente, al margen de cualquier consideración abstracta, tiene la capacidad de determinar sus juicios de valor y la forma artística de sus enunciados poéticos, la forma en que expresa esos cruciales juicios sociales de valor. Cuanto más segregado está un poeta de la unidad social de su grupo, más probable es que tome en cuenta las demandas externas de un particular público lector. Sólo un grupo social ajeno al poeta determina su obra creativa desde afuera.”

(…)

“El poeta adquiere sus palabras y aprende a entonarlas en el curso de toda su vida, en el proceso del contacto multilateral con su ambiente. Comienza a utilizar esas palabras y entonaciones en el habla interior, con cuya ayuda piensa y adquiere conciencia de sí, aun cuando no produzca enunciados. Es ingenuo suponer que alguien puede asimilar como propia un habla externa que va en sentido contrario a su propia habla interior, es decir, en sentido contrario a todo su modo verbal interno de estar consciente de sí mismo y del mundo. (…) El estilo del poeta surge del estilo de su habla interior, que no se deja controlar, y su habla interior es a su vez producto de toda la vida social del creador.”

(…)

“No hay nada más peligroso que concebir esta sutil estructura social de la creatividad verbal como análoga a las especulaciones conscientes y cínicas del editor burgués que calcula las perspectivas del mercado del libro, y aplicar a la caracterización de la estructura inmanente de una obra categorías del tipo de la oferta y la demanda. Pero es muy probable que demasiados sociólogos identifiquen el servicio del escritor creativo a la sociedad con la vocación del editor empresario.”

“Por supuesto, en las condiciones de la economía burguesa, el mercado del libro regula a los escritores, pero esto no debe identificarse de ningún modo con el papel regulador del oyente como elemento estructural constante de la creatividad artística. Para un historiador de la literatura de la era capitalista, el mercado es un factor muy importante, pero para la poética teórica, que estudia la estructura ideológica básica del arte, ese factor externo carece de relevancia. Pero tampoco en el estudio histórico se debe confundir la historia del mercado del libro con la historia de la literatura.”

De “El discurso en la vida y el discurso en el arte”, de V. N. Voloshinov
(en: Freudismo, un bosquejo crítico, Buenos Aires, Paidós, 1999)

martes, 19 de mayo de 2009

Réquiem por una palm


Mi querida palm, asistente digital personal, computadora de mano o como quiera llamársele murió hoy exactamente a las 5 pm hora local de la Ciudad de Buenos Aires, presumo que por una misteriosa reacción alérgica y desde luego virtual a una nueva tarjeta de memoria que en ella coloqué. Pensar que la mayor desgracia que podía a uno acontecerle en los viejos tiempos de las agendas de papel era olvidarlas o perderlas por ahí, o que fueran víctimas de un incendio o un naufragio inevitable (en caso de que el usuario viajara en barco o se desatara sobre la Tierra una réplica del diluvio universal). Hoy en día en cambio a estas especies electrónicas extrañas las asuelan calamidades incomprensibles para un humilde ser humano normal, y de golpe sin más uno debe asistir a su deceso definitivo. Mi palm no ha perdido desde luego su condición de objeto, un objeto por completo inútil, vacío y callado como un cuerpo muerto, como un libro al que se le hubiesen arrancado todas las páginas, un cuadro que hubiese sido despojado de la imagen y del cual se conservase tan solo el marco.

Afortunadamente tuve la precaución de almacenar en mi computadora de escritorio toda la información que la palm atesoraba, es decir por ejemplo mi calendario hasta el año 3020, mi lista de tres millones de contactos, mis ideas para las próximas 25 novelas que habría de escribir en esta vida y la que viene. De todas maneras me siento perdida luego de un quinquenio de dependencia del menudo artefacto. Tendré que comprar otro, me digo mientras navegando por la web observo con profundo desencanto no sólo el precio de estos adminículos sino en particular el hecho de que el término “palm” no figura en el diccionario de la Real Academia. ¿Habrá de figurar en un futuro? Por otra parte hace milenios que (como todo el mundo) ya no consulto el diccionario de papel sino este otro diccionario de Internet, un diccionario virtual, palabra esta última que el propio diccionario define en su segunda acepción como “implícito, tácito” y en su tercera como de “existencia aparente y no real”. Mi palm-objeto muerto es real, pero me ha quedado bien claro que la verdadera razón de su existencia era aparente y que se la ve muy tácita, en la primera acepción del diccionario. No me extrañaría pues que un buen día todo el universo en el que vivimos hiciese “pop” como mi querida palm y desapareciera de manera inexplicable y por cierto también irremediable, y a nuestro alrededor permanecieran tan solo las cáscaras vacías de los objetos electrónicos que en sus entrañas informáticas contenían todo aquello (incluido este blog) que parecía de verdad pero que no lo era.

lunes, 20 de abril de 2009

Credo y memorándum

Tan solo para recordármelo y no morirme de depresión o de aburrimiento cuando veo ciertas cosas que se publican en libros y se les llama literatura, o se exhiben en museos y se les llama cuadros o esculturas o instalaciones, tan solo para recordármelo y no morirme me digo entonces como Viktor Shklovsky que el propósito esencial del arte es vencer los letales efectos de la costumbre presentando de un modo insólito las cosas a las que estamos habituados. Eso trato en efecto de hacer cuando escribo. Eso he visto que hace, por ejemplo, Abelardo Morell, cuyas maravillosas fotos estuvieron expuestas hasta ayer en el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires. Un lápiz recostado que proyecta una sombra monstruosa de sí mismo, libros de lomos exageradamente anchos, libros exageradamente amontonados, multiplicados, observados desde un ángulo inusual, deformados por el paso del tiempo, por el agua, por alguna calamidad imprecisa, los cuadros del museo Gardner fotografiados en blanco y negro desde puntos de vista extravagantes, las ilustraciones de Alicia en el país de las maravillas recortadas del original y expuestas en escenarios de maqueta armados por el fotógrafo con un cuidado de orfebre. He ahí el arte, nacida del ojo talentoso de quien ha sabido demudar los objetos hasta hacerlos estallar en múltiples caras extraordinarias; el arte no se encuentra —como ha dicho si no me equivoco Jeff Koons— en el ojo del observador sino en el ojo capaz de transformarlo todo del artista. O al menos ese es mi modesto parecer.

lunes, 19 de enero de 2009

Missing D.C.

Had I not lived in Washington D.C. for some years, I would not feel the emotion I feel now expecting the Inauguration Day. How much I wanted to be in D.C. just these days, visiting some of my best friends, who live there, instead of fading away here in the South under the hot sun of the Buenos Aires summer! Do not give me the seashore, do not give me any summer vacations at this time of the year: I prefer the dryness of the Washingtonian cold air you breathe under the perfectly blue Washingtonian cold, brilliant sky. Just give me a pair of gloves and boots, a coat, a wool hat, a warm scarf if necessary, and let me be a witness of History in one of the most important moments in History in one of the noblest, finest cities in the whole planet. I hope tomorrow Washington will show the globe all its imperial magnificence; I hope this Inauguration Day will mean a vivid change for the world; and last but not least I also hope to go back not one but many, many times in the future so as to enjoy the perfect enchantment of the city I love—my second home.