jueves, 25 de septiembre de 2008

Lost in Translation

Quisiera saber —le dije a la vendedora del bazar en pleno Buenos Aires, mientras señalaba dos fuentes expuestas en un escaparate— si estas dos fuentes son de peltre. Sí, me respondió. Entonces le pregunté a qué se debían las diferencias de color y de brillo. Ah, no (se corrigió entonces): el material de esta no es peltre sino pewter. Creí advertir cierta ironía en el tono, pensé que la vendedora tenía muy buen sentido del humor, y sonreí. Pero en cambio la mujer, más seria que nunca, aclaró: sí, esta fuente es de pewter y esta otra de peltrina. Claro —dije yo—, pewter es peltre en inglés. No —insistió la mujer—, esta fuente es de pewter y esta otra de peltrina. Entiendo (repetí y traté de que nos entendiéramos), pero pewter es lo mismo que peltre, solo que en inglés, ¿podría entonces decirme cómo se dice peltrina en inglés? Todo lo que puedo decirle —fue la respuesta— es que esto no es peltre sino pewter, ¿le interesa comprar alguna de las fuentes? No gracias —le contesté—, como no hay nada de peltre buscaré en otro bazar, tal vez tenga mejor suerte en Londres o en Nueva York o en Amsterdam o, por qué no, incluso en Tokio.

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