jueves, 24 de julio de 2008

Sobre mi novela recién publicada


Por Mónica López Ocón*

La existencia carece de sentido. Sólo en la literatura las cosas suceden por algo y para algo. El sentido, en consecuencia, es un efecto de la lectura. Por eso, sólo en ella –y en su contracara, la escritura– es posible encontrar consuelo al sinsentido de la vida.

El imperativo del agua de C. M. Pasquetti pone al descubierto que toda pequeña felicidad, toda posibilidad de huída de la miseria gris de lo cotidiano tiene, necesariamente, carácter literario. Esta será la revelación que Roberto Gotti, periodista que carga con un pasado de triunfo y un presente de derrota, tendrá al cabo del largo periplo que lo llevará hasta su último entrevistado, el nadador Ismael Bracquo.

A veces, sólo a veces, la vida parece poder eludir el azar al que está sometida, para entrar, como el relato literario, en el terreno de la causalidad o por lo menos, de la coincidencia. Ismael, para quien el agua es también productora de sentido, le debe su nombre al narrador de Moby Dick, la novela que despertará en Gotti el deseo de escribir una novela.

La literatura –tanto para el que escribe como para el que lee– es, según la autora, una tabla de salvación, la posibilidad de alejarse de la mediocridad de las redacciones periodísticas, del resentimiento gris de ciertos editores, de los golpes de mala suerte que conducen al fracaso. Pero las historias literarias no se encuentran sólo en los libros. El padre de Gotti, zapatero de profesión, leía en los zapatos gastados de sus clientes la forma que estos tenían de andar por el mundo. Ismael lee los mensajes secretos del agua. Gotti comienza a descifrar los signos que Melville parece haber trazado para que él, un hombre vencido por el desencanto, le encontrara un sentido a su vida.

En El imperativo del agua, C. M. Pasquetti construye con maestría lingüística y riqueza imaginativa el entramado de una historia a partir de monólogos de sus personajes. Cada uno tiene un tono, un vocabulario, una forma de mirar el mundo que lo torna tan reconocible como un rasgo físico. No es preciso fijarse en el encabezamiento de cada capítulo para saber quién habla.

Se trata de una novela que narra el proceso de escritura de una novela como proceso de descubrimiento vital. Es decir, se trata de una novela que se duplica en otra, como si se mirara en un espejo. O como si se reflejara en el agua.

*Mónica López Ocón es licenciada en Letras, escritora y periodista. Trabaja como editora de la sección cultural de la revista Noticias y colabora como crítica literaria en diversos medios argentinos.

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